No nos está ocurriendo nada extraordinario. En la gran mayoría de los casos remite con medidas sencillas en pocos días, o como mucho en pocas semanas.

Una actitud positiva ante el problema va a ser de gran ayuda para favorecer la recuperación.

Lo menos posible, con la excepción de episodios de dolor de gran intensidad. Los músculos de la espalda, ligamentos y articulaciones, necesitan ejercicio regular para mantenerse en una forma óptima. La falta de movimiento hace que los ligamentos pierdan elasticidad, se debiliten los músculos, y no se contraigan coordinadamente. Es más beneficioso intentar continuar la actividad ordinaria, dentro de los límites permitidos por el dolor, y reincorporarse a las actividades cotidianas lo antes posible.

Podemos adoptar una postura de reposo (como la de la imagen) en la que las estructuras anatómicas de la espalda soportan la menor presión posible. Deberemos mantener esa postura sólo cuando el dolor sea muy intenso y no se toleren actividades de muy bajo impacto, como por ejemplo caminar unos metros.

Aunque el frío local tiene un efecto analgésico y ayuda a disminuir las contracturas musculares de la espalda, por lo general es peor tolerado. Incluimos en “calor local” modalidades como botellas de agua caliente, bolsas rellenas de semillas calientes, baños calientes, parches de calor, manta eléctrica, y lámparas de infrarrojos. En la fase aguda se recomienda la aplicación de calor en la zona dolorosa, mediante una almohadilla caliente envuelta en un paño para no quemar la piel, y durante no más de 20-30 minutos.

Cuando vamos a dormir también hay que evitar aplicar calor local por el mismo motivo.

Se sabe que disminuir la sensación dolorosa a su vez disminuye el riesgo de que ésta se haga persistente y se cronifique, y por otro lado ayuda a que podamos realizar con más facilidad actividades ligeras. Por lo tanto en un cuadro agudo de dolor lumbar es fundamental tomar la medicación analgésica que nos haya prescrito nuestro médico de atención primaria, como podéis comprobar en este enlace:

Esta recomendación se considera una auténtica terapia. En cuanto el dolor nos lo permita, podemos caminar primero por el interior del domicilio. Lo alternamos con períodos tumbados sobre una superficie forme en posición de descanso, o en una postura que nos resulte cómoda. Conforme el dolor vaya disminuyendo, podemos caminar por espacios más amplios, sin desniveles ni pendientes, e ir aumentando poco a poco la duración de la actividad. En esta primera fase evitaremos aquellas actividades que producen aumentos de presión a nivel lumbar, como son la carga de pesos, saltar, realizar movimientos amplios del tronco hacia delante, hacia atrás, y realizar actividades en las que haya que girar el tronco.

Siempre que tengamos dudas, es mejor acudir al médico que no hacerlo. La necesidad de acudir o no al médico va a depender fundamentalmente de si es el primer episodio de dolor lumbar (cuando se produce por primera vez en mayores de 50 años es importante hacerlo), de la intensidad del dolor (ante un dolor muy intenso es inexcusable acudir), al igual que cuando el dolor se acompaña de pérdida de fuerza en la pierna, o alteración de la sensibilidad en la región del periné. En el siguiente enlace se encuentran recogidas de forma abreviada, las situaciones en las que tenemos que acudir al médico en un episodio de dolor lumbar agudo:

Si el dolor se prolonga más allá de las cuatro semanas, o hemos tenido varios episodios a lo largo de un año que están limitando nuestras actividades cotidianas, os recomiendo que acudáis a un programa de la Escuela de Espalda del SNS-O. En vuestro centro de salud os informarán sobre el calendario de actividades.

Estos tratamientos tienen que ir acompañados de medidas activas, para evitar el sentimiento de enfermedad y la evolución a la cronicidad.

Un episodio agudo de dolor en la zona baja de la espalda es una oportunidad para reflexionar sobre el estilo de vida que llevamos. Revisemos nuestras rutinas semanales, cuántas horas al día estamos sentados, si las ocupaciones y preocupaciones están impidiendo que hagamos el ejercicio adecuado, etc. Podemos desplazarnos a los centros de trabajo andando o tal vez en bicicleta. Una alimentación inadecuada puede producir sobrepeso y predisponer a padecer episodios repetitivos de dolor en la región lumbar, también el tabaco o el stress pueden favorecer nuevos episodios.

Estas recomendaciones se pueden resumir en una frase: intentar mantener el mayor nivel de actividad física de bajo impacto, que os permita controlar el dolor tras combatirlo con medidas sencillas, y con los analgésicos que os prescriba vuestro médico.