Somníferos, sedantes, hipnóticos, benzodiacepinas, barbitúricos, ansiolíticos, pastillas (para dormir).

Son fármacos depresores del sistema nervioso central.

Se utilizan para tratar la ansiedad, depresión, trastornos de pánico, epilepsia y trastornos del sueño, entre otros.

Relajan, dan sueño. Dosis altas provocan náuseas, aturdimiento, confusión, disminución de la coordinación, etc. Los efectos secundarios más frecuentes son cansancio, lentitud, pesadillas y mareos.

Pueden generar tolerancia y dependencia, por lo que debe recetarlos y controlarlos el personal sanitario.

La mezcla con alcohol u otros depresores del sistema nervioso central (como algunos analgésicos o antialérgicos) puede ser peligrosa.

El consumo sin control médico durante un tiempo prolongado puede producir tolerancia a los efectos (pérdida de eficacia) y dependencia. Después de una utilización prolongada, si se deja de consumir o se reduce la dosis bruscamente, existe la posibilidad de que aparezcan síntomas de abstinencia que pueden ser graves dependiendo, entre otros factores, de la dosis y del tiempo que se haya estado consumiendo el fármaco.